CRONICA DE HOY: El duende que sembró el terror en la Villa de Valladolid.

[Resulta interesante] “traer a la memoria cuán perseguida y alborotada estuvo la villa deValladolid por los años de 1560 [por] un demonio parlero o duende (caso estupendo e inaudito) que hablaba y tenía plática de conversación, con cuantos querían hablarle a las ocho o diez de la noche, a candiles apagados y sin luces, el cual hablaba a modo de un papagayo… pero no le pudieron, ni se dejó ver”.

[En ocasiones] “hablaba mal de algunas doncellas, y a una le levantó un falso testimonio… pues a un demonio no se debe dar crédito, que es padre de mentiras, testimoniero, y cizañador”. [Cuando le preguntaban de donde había venido y quien era,] “afirmaba que era cristiano, y de Castilla la vieja, y rezaba el pater noster y otras oraciones”.

[Al principio] “no había daño alguno, ni fue perjudicial en estas dos casas donde hablaba, aunque en otras lo era, y tiraba piedras, sin hacer daño con ellas, y hacia ruido en las azoteas y zaquizamíes, con que espantaba a los que no le habían oído hablar, y muchas veces tiraba con huevos a las mujeres y doncellas”.

[En una ocasión] “una tía mía le dijo una vez -¡Vete demonio de esta casa!” [y le] “dio una bofetada en la cara, dejándola el rostro más colorado que una grana”.

[Hasta que un día] “el cura de aquella villa, llamado Tomás de Lersundi, le quiso conjurar, para lo cual llevó el Ritual y Manual, e hisopo debajo la capa, y disfrazado una noche, fue a una de las dos casas donde hablaba, y le espero a que hablase, y aunque le llamaron no vino ni habló [y cuando el cura disponía a irse] hizo el ruido que solía, riyéndose muchísimo”.

[Cuando el cura regresó] “a su casa, donde había dejado la mesa puesta para cenar, y una fuente de buñuelos y una limeta de buen vino, cerrada la casa, halló en la fuente mucho estiércol de su mula, y la limeta llena de orines añejos”.

[Al enterarse el Obispo de todo esto y] “de los falsos testimonios que decía, y los denuestos con que infamaba con que infamaba a algunos, mandó con graves censuras, que ninguno le hablase o respondiese. Y cumpliendo con estas excomuniones, los vecinos dejaron de hablarle, y responderle [lo cual ocasionó que] este demonio o duende [se pusiera a] llorar y quejarse del Obispo, y en hacer mayores ruidos y golpes, y estruendo en las azoteas y terrados, con que asombraba y quitaba el sueño. Después de esto dio en quemar las casas que entonces eran las más de paja, y de unas palmas que llaman guano; por lo cual los vecinos acudieron al favor divino, y se juntaron en la iglesia y pidieron al cura echase suerte por un santo abogado¨.

[Desapareció] “por más de treinta o cuarenta años, hasta los años de mil y quinientos y noventa y seis, que siendo yo cura en la dicha villa, volvió este demonio a infestar algunos pueblos de mis anexos, quemándoles las casas de los pobres indios, y en particular en el pueblo de Yalcobá”.

[Al poco tiempo] “volvió este demonio a infestar y perseguir la dicha villa de Valladolid con nuevos incendios en las casas de los pobres vecinos, que no eran de teja”.

“Después de venido yo de España –continua Fr. Diego López de Cogolludo,- hubo allí (en Valladolid) algunos incendios de casas, que no se sabía de qué se originasen, y se sospechaba que él (el duende) los ocasionaba, procurando inquietar a los vecinos españoles e indios y molestarlos como solía antiguamente”.


El autor de este relato es Pedro Sánchez de Aguilar (1555-1648), nacido en Valladolid, cuyo padre fue uno de los conquistadores de dicha Villa. Fue doctor en Teología y fungió como cura en varias poblaciones como Valladolid y Tizimín. En 1613 empieza a escribir su obra Informe contra Idolorum Cultores, misma que culmina en 1615 en donde puede encontrarse este relato.

Diego Lopéz de Cogolludo (1613-1665) fue un fraile franciscano que llegó a Yucatán en 1634 en compañía de 25 religiosos más y es quien se encargó de escribir Historia de Yucatán, la cual se editó por primera vez en 1688. En dicho libro, Cogolludo incluye el relato de Pedro Sánchez de Aguilar sobre aquel evento que azotó la villa de Valladolid y resulta increíble que, tal como advierte en el último párrafo, todavía en los años que él estuvo en Yucatán.

“De un singular duende que hubo en la Villa de Valladolid” se encuentra en el libro Leyendas y tradiciones yucatecas. Tomo II. 1951. La selección estuvo a cargo de Gabriel Antonio Menéndez quien no duda en hacer hincapié en que Sanches de Aguilar “era un hombre de talento, de instrucción y de juicio” y que “no duda en que algo hubo de cierto en lo referido por el escritor” pero hace la advertencia de que “no podremos convenir desde luego, en creer que en lo que se refiere ha sido obra de algún duende”.

Cabe precisar que el texto se transcribió tal cual se encuentra en el libro, excepto las palabras englobadas en los corchetes.