CRÓNICA DE HOY: Las almohadas del gobernador

Para los vallisoletanos, esta constituye una leyenda muy común que se va transmitiendo de generación en generación. En las ceremonias que hasta hace poco se hacían para conmemorar el aniversario de la fundación de la ciudad, nunca faltaba alguien que la reviviera capturando siempre la atención de los presentes.

No sé sabe si el relato popular sirve de base al escrito o es el escrito, es el que da pauta para el nacimiento de una leyenda vallisoletana, lo cierto es que la versión que a continuación les ompartiremos está tomada de la novela El Filibustero, escrita por Eligio Ancona.

“A mediados del siglo anterior (1600) vivía en Valladolid un tal Miguel Moreno de Andrade, de origen bastante humilde, pues se asegura que era hijo de un negro y una india. Esto no obstante, o por esto mismo, quizá […] Andrade era muy vivo y poseía algunas virtudes: una de estas era respetar a su madre […] como una reina: pues aunque por su talento e instrucción fue, sucesivamente, Alcalde de primer voto y Teniente Gobernador de la villa, le besaba respetuosamente la mano donde quiera que la encontraba […].

No quiero decir por esto que Andrade fuese un hombre que anduviese siempre derecho, como lo prueba el caso que he prometido referir […]:

Aborrecido por sus compatriotas, como sucede ordinariamente con todo el que se eleva demasiado, reunieron contra él un cúmulo de acusaciones, verdaderas y falsas, y las elevaron en 1653 al Gobernador de la provincia, que lo era entonces el Frey Don Martín Robles. Indignado éste contra aquel monstruo, que tal pintaban a Andrade sus enemigos, se trasladó a Valladolid dispuesto a hundirle y nulificarle bajo el peso de su cólera.

La noche de su llegada a la villa, notó, al acostarse, que las almohadas eran duras, como si fueran de piedra.

-¡Andrés!- gritó a su paje, que dormía en la pieza contigua.

El paje se presentó al instante

-¿Cómo se acostumbra recibir a los gobernadores en esta villa?- preguntó, colérico, Don Martín

-Con todas las consideraciones debidas a su alta dignidad- respondió el paje.

-¿Y cuenta entre esas consideraciones la de henchirles con guijarros las almohadas de la cama?

El paje dejo ver en sus labios una sonrisa llena de malicia, y respondió:

-La poca suavidad de esas almohadas es debida a Miguel Moreno de Andrade, que es quien las ha traído aquí para el lecho de Vueseñoria

- ¡Miserable! – grito el Gobernador. - ¡Ese infame no sabe todavía quién es Don Martín de Robles!

Y en el apogeo de su cólera dio con el puño un terrible golpe a cada una de las almohadas. Pero éstas resistieron el golpe con un sonido tan distinto al que esperaba, que volviéndose inmediatamente al paje, le dijo:

-¡Vete!

-Señor:- díjole el muchacho, animado con la transformación que había sufrido el semblante del señor Gobernador; - ese pícaro de Andrade ha tenido la desvergüenza de solicitar una audiencia de V.E. para el día de mañana, con el fin, según me dijo, de besarle las manos.

-Le harás entrar apenas se presente – respondió el Capitán General.

Y despidió al paje con gesto de impaciencia.

Apenas se encontró solo Don Martín, rasgo con su puñal la cubierta de las almohadas y vació su contenido en la misma cama. Su dureza no era extraordinaria: tenían en su centro, en lugar de plumas, tres mil pesos en plata, que el Gobernador, lleno de alegría, depositó en el fondo de los baúles.

Al día siguiente, Moreno se presentó a la audiencia, cuando ya la cámara del Gobernador estaba invadida por sus enemigos, que habían acudido demasiado temprano con el deseo de verle humillado a presencia de todo el mundo. Pero no fue poco su asombro cuando vieron que Don Martín le salía al encuentro, le echaba los brazos al cuello y le decía con ese acento amistoso que da a conocer a privanza:

-Amigo mío, estoy convencido de que la gente de esta villa, que son en su mayor parte calumniadores, no puede marchar bien sino teniéndoos a su cabeza. Dignaos representarme en ella y aceptar la tenencia, de que os hacen tan digno vuestros méritos”.


El texto fue tomado de “El Filibustero” de Eligio Ancona. Tomo I (Volumen No. 13 de Editorial Yucatanense “Club del libro”). Mérida, Yucatán Pp. 162-164 y que a su vez se encuentra en Leyendas y tradiciones yucatecas (1951). Tomo 1. Editorial Yucatanense “Club del libro”.